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viernes, 3 de julio de 2015

El pintalabios lila

Hoy os paso una historia sobre cómo las segundas oportunidades no siempre son una buena idea. A veces nos hacen darnos de bruces contra una realidad que no queríamos aceptar.

El pintalabios lila



Abrí el buzón y me encontré con aquel folleto. Empresa Adán&Eva. Compañía de creación de replicantes. Si entrega fotografías, vídeos, documentos y objetos personales, nos comprometemos a elaborar una reproducción lo más exacta posible del sujeto fallecido, decía el texto del anuncio.
Después de dos divorcios, quería recuperar a Beatriz, mi primer amor. Su boda con otro hombre y su muerte en aquel accidente me habían dejado el sabor amargo de haber perdido la única relación sincera que había tenido en toda mi vida.
Acudí a la sede de Adán&Eva. Entregué todo lo que pude encontrar sobre Beatriz. Las fotos de aquellas vacaciones en la playa. Sus objetos inseparables: su barra de carmín lila y su reloj sin números en la esfera. Nuestros mails de ruptura. El vídeo de su boda con aquel cabrón que le hizo la vida imposible y no supo quererla como yo la hubiera querido.
Por fin la réplica estuvo lista. Era perfecta. Idéntica a ella. Salvo por el detalle de que por las mañanas tomaba zumo de naranja envasado cuando Beatriz prefería tomarlo natural, con las naranjas que yo le exprimía.
Pero pronto las cosas comenzaron a cambiar. Llamadas sin contestar. Salidas furtivas. Perfumes intensos. Sexo rápido y sin ganas. Exactamente igual que en la última etapa de nuestra relación.
Un día regresé antes del trabajo. Ella no estaba en casa. Salí a la calle. Me acerqué a aquella cafetería llena de espejos donde solía quedar con ella. Recordé cómo jugábamos a no mirarnos a los ojos, sino a hacerlo a través de nuestros reflejos, conversando los dos de cara al espejo mientras tomábamos un café.
Y al mirar al espejo los vi sentados en la barra. Bueno, a sus reflejos. Era Beatriz con… con su viudo. Los años le habían tratado bien, solo habían acrecentado su gesto cínico. Él le entregó un estuche. Beatriz lo abrió y sacó un reloj de pulsera sin números en la esfera. Ella sonrió y le dio un beso en los labios. Vi cómo le dejaba una marca de carmín lila. Él, divertido, señaló hacia su corbata. Era lila también. Los labios de Beatriz decían: Ya sé que es tu color favorito.
Y supe que la había perdido por segunda vez, pero que esta era mucho más dolorosa que la primera. Porque ahora sé que nunca me había amado.

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