Y hoy, un cuento sobre el arte y cómo a veces podemos a llegar a perdernos en la pintura...
El
pintor de la corte pintaba unos cuadros tan reales que hasta las aves picaban
las uvas de sus bodegones y la infanta, que no había salido nunca del palacio,
quería perderse en las fraguas y talleres de hilanderas que él representaba.
A
la infanta le gustaba jugar al escondite y despistar a sus damas de compañía.
Era la única forma autorizada de salir del sus aposentos.
Un
día, los reyes estuvieron buscando a su hija por todas las habitaciones del
palacio.
Al
final la vieron, inmóvil, en el estudio del pintor, acompañada de sus meninas y
de los enanos de la corte. El perro no se movía, el pintor sostenía su
pincel y los reyes dudaban si estaban
soñando o no hasta que se vieron reflejados en el espejo del fondo.
Avanzaron hacia la estancia, atravesaron el
cuadro y desde entonces ya no saben si esa pintura donde se ha congelado el
tiempo es acaso más real que el propio palacio.
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