Una noche de verano que dura para siempre...
Vacaciones.
Agosto. Noche de San Lorenzo. El cielo estaba lleno de luna y de estrellas que
se deslizaban, silenciosas, como gotas de leche sobre un mantel azul oscuro,
mientras hacían guiños en la superficie del mar.
-Pide
un deseo –dijo ella.
-Vale.
-¿Qué
has pedido? –me preguntó.
-Quiero
que esta noche dure para siempre.
Nos
abrazamos sobre la arena mientras las olas rompían y borraban las frases de
enamorados que habíamos escrito aquella tarde. No recuerdo cuándo me quedé
dormido.
Cuando desperté, era de día, pero no
con la claridad y el aire fresco de la mañana. La arena estaba caliente y el
sol se ponía en el horizonte. Ella estaba escribiendo palabras de amor en la
arena con una rama seca.
-Va a anochecer. Podemos quedarnos
aquí a ver las estrellas.
-¿A ver las estrellas?
-¿Lo
has olvidado? Hoy es la noche de San Lorenzo.
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